Las criptomonedas son activos no regulados, esto significa extremar las precauciones a la hora de invertir
Como primera moneda virtual, el bitcoin se consolida como una nueva clase de activo financiero a la hora de invertir, es una alternativa a comprar acciones, bonos, oro o petróleo. No solo se puede comprar bitcoin (que es el más conocido), sino que hay miles de proyectos de criptomonedas que atraen inversiones por miles de millones de dólares. Su furor se debe en gran medida al largo tiempo de tipos de interés cero, que ha anulado la rentabilidad de inversiones clásicas como la deuda, y también a una universalización del trading, que ha encontrado el caldo de cultivo adecuado en el confinamiento por la pandemia, sobre todo de personas jóvenes que han visto una forma rápida de multiplicar su inversión.
La alta velocidad de la rentabilidad conseguida por las criptomonedas ha terminado por atraer a algunos inversores institucionales. Lo que surgió como un medio de pago descentralizado no ha llegado todavía a convertirse en realidad y los criptoactívos son a día de hoy no una divisa, sino un activo que se sostiene por la fe de sus compradores.
No son activos regulados, por lo que existe un intenso debate sobre que papel jugarán las criptomonedas dentro de los mercados financieros, por lo que es conveniente ir con pies de plomo. Para obtener uno de estos bitcoin, los denominados «mineros», tienen que resolver una serie de algoritmos con potentes ordenadores, que tras varios días consiguen descifrar un código y minan un bitcoin.
La supuesta ventaja de estos activos digitales ante los activos convencionales, es que la validación de las operaciones se realiza de forma descentralizada. No hay gobierno, banco central, registro de la propiedad o cámara de compensación que acredite el cambio de titular de un bien, sino que son los millones de usuarios de las plataformas los que dan fe de esos traspasos. Con cada traspaso se genera una serie de códigos inmutables que acreditan la operación y su trazabilidad.